Hace unas semanas, mientras desayunaba, una noticia
impactante surgió de entre los susurros subliminales de mi televisor (que ni
siquiera sabía que estaba encendido). Me quedé atónito y sobrecogido. El
anuncio de la renuncia de Su Santidad eclipsó y desintegró las pseudonoticias
habituales de las mañanas: el escándalo Urdangarín, el caso Bárcenas, quizá
Belén Esteban, el maquiavélico Rubalcaba (el Sadam Husein español)… Lo
sobrecogedor del caso es que les venía muy grande (a la prensa). “LA NOTICIA ES TAN IMPORTANTE QUE LE VAMOS A
DEDICAR VARIOS MINUTOS”. “ES UNA
NOTICIA TAN INCREÍBLE QUE NO SÉ CÓMO CONTARLA”. Una voz a mi lado, incluso,
ratificaba los desordenados y caóticos comentarios periodísticos. “Éste es el último Papa; o el penúltimo, no
me acuerdo”.
Mi estupefacción, por supuesto, no tiene que ver con el
fondo de la noticia. La pregunta que me formulé y (aún) me sigo formulando es:
¿Por qué es tan importante? O quizá: ¿Para quién es importante? Nunca he
entendido por qué los telediarios se hacen eco continuamente de los viajes del
Papa a África, a Sudamérica o al retrete de sus aposentos; de los encuentros
con las “Juventudes Católicas de Camisa Azul”; de sus particulares comunicados
que (habitualmente) atentan contra el sentido común y ponen en riesgo millares
de vidas (al condenar la anticoncepción). Pero, volviendo a mi pregunta. ¿A
quién le interesa la noticia de la dimisión del Papa?
1) A la iglesia católica, de acuerdo. Es evidente. Los que
creen en la figura de un emisario de Dios en la tierra (o sea, un ser
extraterrestre) ven avalada dicha creencia por la propia vestimenta, mucho más
lograda que la túnica del señor Spock (el orejudo de Star Trek).
2) A los profetas apocalípticos, esotéricos, mesiánicos…,
interesados en verificar si, realmente, este Papa es el último o el penúltimo.
3) A los lectores de revistas del corazón.
¿Por qué intentan imponernos, al resto, el calificativo de
“notición”? Ocurre que este Papa se irá, pero vendrá otro sujeto para ponerse
su mismo disfraz, vivir con sus mismos lujos, pronunciar las mismas
barbaridades adoctrinadoras y crueles, manipular a las conciencias más débiles
y/o analfabetas…
En cuanto a las profecías, a nadie interesan ya. Cuando yo
era pequeño, los consecutivos “fin del mundo” se sucedían en intervalos
temporales lo suficientemente distanciados como para que pudieran generar
cierto morbo, pánico y polémica. Actualmente vienen dados tan seguidos que sólo
generan burlas.
En definitiva, el Papa se va, sí, pero yo ni siquiera sé si
se llama Kissinger, Ratzinger, Kim Bassinger o Wojtyla. Más que la dimisión de
uno de sus miembros, la noticia, en todo caso, sería la desaparición del Estado
Vaticano.
Vayan ahora unos palíndromos para despedir a Su Santidad.
¿No desea Papado? ¡Da Papa ese don!
Acá Ser Supremo cae, se desea comer pus, resaca
¡Oé! Sumiso nací, nutrí, rehusé de su herir, túnica no, sí
museo
Etna id, emoción al Papa, plan oí comediante
Atarse, temed,
no dais el giro épico, canalla;
allana;
cocí
peor iglesia donde metes rata
Así malas olí, ¡fo!,
deprave, llaga honda rápida y
huyere rey,
¡uh!, ya di ¡parad!,
no haga
llevar pedófilos a la misa